Domingo de Ramos Ciclo B
Evangelio según
San Marcos 14, 1-72. 15, 1-47
1 Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes ázimos, y los principales sacerdotes y maestros de la Ley estaban buscando una manera de arrestar en secreto a Jesús para matarlo. 2 Por este motivo ellos decían: “No haremos esto durante la fiesta, para que no haya una revuelta de la gente”.
3 Jesús estaba en Betania, sentado a la mesa en la casa de Simón el leproso, cuando llegó una mujer con una botella hecha de piedra alabastro, llena de perfume de flor de nardo puro muy caro. Ella rompió el cuello de la botella y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. 4 Algunos de los que estaban allí se enojaron y se decían unos a otros: “¡Que desperdicio! 5 Este perfume podría haberse vendido por más de trescientas monedas de plata, o el salario de 300 días, que podría ser entregado a los pobres”. Y así la criticaban duramente; 6 pero Jesús dijo: “Déjenla! ¿Por qué la están molestando? Ella hizo una buena obra conmigo. 7 Porque los pobres siempre se encontrarán con ustedes, y en cualquier momento los pueden ayudar. Pero ustedes no siempre me tendrán. 8 Ella ha hecho lo que pudo, porque antes de mi muerte vino a perfumar mi cuerpo para mi entierro. 9 Ciertamente les digo que en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se hablará de lo que ella ha hecho como un recuerdo de ella”.
10 Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a hablar con los principales sacerdotes para acordar cómo les entregaría a Jesús. 11 Cuando ellos lo oyeron, se alegraron y prometieron darle dinero. Entonces Judas comenzó a buscar una oportunidad para entregarlo.
12 El primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando los judíos mataban la ovejas para recordar la Pascua, sus discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”
13 Entonces Jesús envió a dos discípulos con la siguiente orden: “Vayan a la ciudad. Allí se encontrarán con un hombre que lleva una olla de agua. Síganlo 14 y donde entre díganle al dueño de la casa: ‘el Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación donde yo y mis discípulos vamos a comer la cena de Pascua?’ 15 Luego él les mostrará el piso alto de la casa que es un comedor grande, amueblado y ordenado. Preparen allí todo para nosotros”.
16 Los dos discípulos fueron a la ciudad y encontraron todo lo que Jesús había dicho. Entonces prepararon la cena de Pascua.
17 Cuando llegó la tarde, vino con los doce discípulos. 18 Mientras estaban en la mesa en medio de la cena, Jesús dijo: “Ciertamente les digo que uno de ustedes, que come conmigo, me traicionará”.
19 Ellos comenzaron a entristecerse, y uno por uno comenzaron a preguntarle: “No soy yo, ¿verdad?”
20 Jesús les respondió: “Es uno de los doce. El que está comiendo en el mismo plato conmigo. 21 Porque el Hijo del Hombre debe morir como ha sido escrito sobre Él, pero ¡ay de aquel hombre que está traicionando al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para ese hombre que nunca hubiera nacido!”
22 Mientras comían, Jesús tomó el pan y habiéndolo bendecido, lo partió y se los dio, diciendo: “Tomen. Esto es mi cuerpo”
23 Luego tomando la copa de vino, dio gracias a Dios y la pasó a ellos, y todos bebieron de ella.
24 Entonces les dijo Jesús: “Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos. 25 En verdad les digo que no beberé del fruto de la uva hasta el día que lo beba de nuevo en el Reino de Dios”.
26 Luego de haber cantado los salmos, se fueron al monte de los Olivos.
27 Y Jesús les dijo: “Todos ustedes serán escandalizados porque ha sido escrito: Golpearé al pastor, y las ovejas serán dispersadas. 28 Pero después de que yo sea resucitado, iré delante de ustedes a Galilea”.
29 Entonces Pedro le dijo: “¡Aunque todos serán escandalizados, yo no lo seré!”
30 Pero Jesús le dijo: “Ciertamente te digo que hoy en la noche, antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces”.
31 Pero Pedro con insistencia decía: “Aunque sea necesario morir contigo, yo nunca te negaré”. Y de la misma manera decían todos los demás.
32 Ellos llegaron a un lugar llamado Getsemaní y Jesús dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí mientras voy a orar”.
33 Entonces tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan, Jesús comenzó a alarmarse y angustiarse, 34 y les dijo: “Mi alma se siente muy triste hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y estén alerta”.
35 Yéndose un poco más lejos, cayó con la cara en el suelo y oraba con la finalidad, de ser posible, se alejara de Él aquella hora; 36 y decía así: “¡Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti! Quítame esta copa de sufrimiento. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.
37 Luego regresó y encontró a los tres discípulos durmiendo. Entonces le dijo a Pedro: “¿Simón, estas durmiendo? ¿No puedes estar despierto una hora? 38 Vigilen y oren para que no entren en la tentación. El espíritu está dispuesto pero la carne es débil”.
39 De nuevo Jesús se fue y oró, diciendo las mismas palabras. 40 Luego regresó al lugar donde estaban los discípulos y los encontró nuevamente dormidos. Tenían mucho sueño y no podían mantener los ojos abiertos. Y no sabían qué responderle.
41 Cuando Jesús regresó por tercera vez, les dijo: “¿Siguen durmiendo y descansando?” ¡Suficiente! Ha llegado la hora, ahora mismo el Hijo del Hombre está siendo entregado en las manos de los pecadores. 42 ¡Levántense y vámonos! ¡Miren! Ya se acerca el que me está traicionando”
43 Jesús todavía estaba hablando cuando repentinamente vino Judas, uno de los doce discípulos, y con él llegó una multitud armada con espadas y palos, que habían sido enviados por los principales sacerdotes, los maestros de la ley y los líderes judíos. 44 El que los iba a entregar había arreglado con ellos una señal. Él les había dicho: “A quien yo bese, ése es, agárrenlo y llévenselo a un lugar seguro”.
45 Cuando Judas llegó se acercó de inmediato a Jesús y le dijo: “Maestro!” Y lo besó. 46 Entonces ellos lo tomaron y lo arrestaron. 47 Pero uno de los que estaban allí desenvainó su espada, atacó a un sirviente del Sumo Sacerdote y le cortó la oreja.
48 Entonces Jesús les dijo: “¿Vienen con espadas y palos para arrestarme como si fuera un bandido? 49 Estaba con ustedes todos los días, enseñando en el Templo, y ustedes no me arrestaron. Pero esto está sucediendo para que se cumplan las Sagradas Escrituras.
50 Entonces todos los discípulos abandonando a Jesús, huyeron.
51 Un cierto joven envuelto en una sábana seguía a Jesús y algunos trataron de arrestarlo, 52 pero él dejó caer la sábana y huyó desnudo.
53 Luego llevaron a Jesús a la casa del Sumo Sacerdote, donde se reunieron los principales sacerdotes, algunos líderes de los judíos y algunos maestros de la Ley.
54 Pedro lo siguió desde lejos y entró en el patio de la casa del Sumo Sacerdote. Se sentó junto al fuego con los guardias para calentarse. 55 Los principales sacerdotes y todo el Alto Concilio del Sanedrín buscaban encontrar alguna acusación contra Jesús para condenarlo a muerte. Pero no obtuvieron ninguna, 56 ya que muchos decían mentiras contra Él, pero sus historias no coincidían entre sí.
57 Algunos, poniéndose de pie, daban falso testimonio contra Él diciendo: 58 “Nosotros escuchamos cuando dijo: Yo destruiré este Templo que fue construido por manos humanas y en tres días construiré otro no construido por manos humanas.”
59 Aún así, sus historias no coincidían entre sí.
60 Entonces el sumo sacerdote se levantó entre ellos y dijo a Jesús: “¿No vas a responder a nada de lo que éstos te acusan?” 61 Pero Jesús guardando silencio y no respondió nada. Entonces el Sumo Sacerdote volvió a preguntar: “¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios Bendito?”
62 Jesús respondió: “Yo soy ¡Y verán al Hijo del Hombre sentado en el lado derecho del Dios Todopoderoso y bajando con las nubes del cielo!”
63 Entonces el Sumo Sacerdote, rompiendo su túnica, dijo: “¡Qué necesidad tenemos de testigos! 64 ¡Han escuchado la blasfemia! Entonces, ¿qué les parece? Todos ellos lo condenaron como uno que es culpable de muerte.
65 Entonces algunos comenzaron a escupirle y cubriéndole la cara, le daban puñetazos mientras le decían: “Profetiza”; y los guardias también lo recibieron dándole puñetazos en la cara.
66 Pedro todavía estaba en el patio cuando apareció una de las sirvientas del Sumo Sacerdote, 67 y cuando ella vio a Pedro calentándose cerca del fuego, lo miró directamente y le dijo: “También tú estabas con Jesús, el nazareno”.
68 Pero él lo negó, diciendo: “No sé. No entiendo de qué estás hablando”. Salió afuera, hacia la entrada, y un gallo cantó. 69 Cuando la criada vio a Pedro allí, comenzó a decir a los que estaban cerca de ella: “Este hombre es uno de ellos”. 70 Pero lo negó de nuevo. Poco después, las personas que estaban allí le dijeron nuevamente a Pedro: “No hay duda de que eres uno de ellos, porque eres galileo”. 71 Entonces Pedro comenzó a maldecir y a jurar: “No conozco a este hombre de quien hablan”.
72 Inmediatamente un gallo cantó por segunda vez, y Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: “Antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces”. Entonces Pedro, cayendo al piso, comenzó a llorar.
1 Tan pronto como amaneció, los principales sacerdotes se reunieron con los líderes de los judíos, con los maestros de la Ley y con todo el Alto Concilio del Sanedrín, y después de atar a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. 2 Pilato le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Y respondiéndole Jesús, le dijo: “Tú lo dices”.
3 Y los principales sacerdotes hacían muchas acusaciones contra Él. 4 Pilato luego hizo otra pregunta: “¿No vas a responder nada? ¡Mira cuántos cargos están haciendo contra ti!” 5 Pero Jesús no decía nada más, y Pilato se sorprendió de esto.
6 En cada fiesta de Pascua, Pilato solía liberar a uno de los prisioneros a petición del pueblo. 7 En ese momento, un hombre llamado Barrabás fue encarcelado con algunos rebeldes que habían matado a algunas personas en una revuelta. 8 La multitud vino y comenzó a pedirle a Pilato, como siempre, que liberara a un prisionero. 9 Entonces Pilato les contestó: “¿Quieren que les libere al Rey de los judíos?” 10 Porque sabía muy bien que los principales sacerdotes se lo habían entregado por envidia. 11 Pero los principales sacerdotes provocaron al pueblo a pedirle a Pilato que liberara más bien a Barrabás. 12 Pilato volvió a hablar al pueblo, y les decía: “¿Qué quieren que haga con el que llaman el Rey de los judíos?”
13 Y ellos gritaron de nuevo: “¡Crucifícalo!” 14 Pero Pilato les decía: “¿Qué crimen cometió?”. Pero ellos gritaron aún más fuerte: “¡Crucifícalo!”
15 Pilato, queriendo complacer a la gente, liberó a Barrabás, como lo habían pedido. Después de hacer azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.
16 Entonces los soldados llevaron a Jesús al patio interior del palacio del gobernador, llamado Pretorio, y reunieron a toda la tropa. 17 Luego lo vistieron con una capa roja y le pusieron una corona hecha de ramas espinosas. 18 Y comenzaron a saludarlo, diciendo: “¡Viva el Rey de los judíos!”
19 Le golpeaban la cabeza con un bastón, le escupían y poniéndose de rodillas, fingían que lo estaban adorando. 20 Después de burlarse de Él, le quitaron la capa roja y lo vistieron con su propia ropa. Luego lo sacaron para crucificarlo.
21 Ellos obligaron a uno que pasaba por allí de regreso del campo, un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, para que cargase su cruz.
22 Lo llevaron a un lugar llamado Gólgota que es traducido como “Lugar de la calavera”.
23 Querían darle vino mezclado con mirra, pero Él no lo tomó. 24 Entonces lo crucificaron, y se dividieron sus vestiduras entre ellos, sorteando dados, para ver que se llevaría cada uno. 25 Eran las nueve de la mañana cuando crucificaron a Jesús. 26 Un letrero había sido escrito con la acusación contra Él: “El Rey de los Judíos”.
27 Con Él también crucificaron a dos ladrones: uno a su derecha y el otro a su izquierda. 28 Así se cumplió la Escritura: “Con los criminales fue contado”
29 Los que pasaban por allí lo insultaban, sacudiendo la cabeza y le decían: “¡Oye, el que destruye el templo y en tres días lo reconstruyes!” 30 “¡Sálvate a ti mismo, bajando ahora de la cruz!”
31 De la misma manera los principales sacerdotes junto a los maestros de la ley se burlaban de Él entre ellos, y decían: “¡Salvó a otros, pero no puede salvarse a sí mismo!” 32 “¡El Mesías, el Rey de Israel!, ¡baja ahora de la cruz para que veamos y creamos!” Y los que estaban crucificados con Él también lo insultaban.
33 Cuando llegó el mediodía, comenzó a oscurecerse, y toda la tierra estuvo tres horas en la oscuridad. 34 A las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerte voz: “¡Eloi, Eloi, lemma sabactani!”, que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
35 Algunas de las personas allí presentes, después de escucharlo, decían: “¡Mira! ¡Llama a Elías!”.
36 Alguien corrió y empapó una esponja en vinagre, la puso al final de un bastón y se la dio para que bebiera, diciéndole: “Dejen, veamos si Elías viene para bajarlo”.
37 Entonces Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
38 La cortina del Templo se rasgó en dos pedazos de arriba a abajo. 39 El oficial del ejército romano que estaba de pie delante de Él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!”
40 Algunas mujeres también estaban allí, observando desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé. 41 Ellas habían acompañado y servido a Jesús desde cuando estaba en Galilea. Además de éstas, había muchas otras mujeres que habían ido con Él a Jerusalén.
42 Cuando era casi de noche, como era el día de la preparación, es decir, la tarde antes del sábado, 43 vino José de la ciudad de Arimatea quien era un hombre importante del Concilio Superior; él también esperaba la venida del Reino de Dios. Llenándose de valor, fue hacia Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pero Pilato se sorprendió al saber que ya había muerto y llamando al oficial romano, le preguntó si ya estaba muerto.45 Después de recibir la información del oficial, Pilato le entregó a José el cuerpo.
46 Después de haber comprado una sábana de lino, lo bajó de la cruz y lo envolvió en la sábana. Luego lo colocó en una tumba que había sido excavada en la roca y rodó una piedra grande sobre la entrada de la tumba. 47 Mientras María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde era colocado.
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR
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